Encerraron al taxista en el baúl y a toda velocidad escaparon de la Policía

De acuerdo a las fuentes consultadas, alrededor de las 3 de este miércoles, Daniel Rivadero (50) esperaba con el taxi en el que trabaja como chofer en la guardia de calle General Deheza del Hospital Italiano, en barrio General Paz. De interior del nosocomio salieron dos personas jóvenes, una de las cuales se tomaba el estómago. Le preguntaron si estaba libre y subieron, para luego indicarles que se dirigían a barrio Zepa, ubicado entre la avenida Malvinas y la autovía de la ruta nacional 19, al noreste de la ciudad.

En las primeras cuadras, los ladrones simularon ser pacientes del Italiano. El que hacía muecas decía que había tenido que ir de urgencia a la guardia ya que tenía cálculos. Todo era una gran farsa que recién dejaron al descubierto cuando el taxista llegó hasta el cruce de Bulnes y Jacinto de Altolaguirre. Al darse cuenta los pasajeros que a pocos metros de allí estaba apostado un control fijo de la Policía, desde atrás le apoyaron el caño de un arma de fuego en la cabeza y le indicaron al conductor que girara en la dirección contraria. Tras internarse en una calle oscura, lo obligaron a frenar: le quitaron los 18 mil pesos de la recaudación, un celular y una campera. Pero esto no fue todo: le dijeron que descendiera y, siempre bajo amenazas de muerte, lo llevaron hacia el baúl, donde lo encerraron.

Ya con el control del taxi, los ladrones comenzaron a desandar varias cuadras, a cada vez más velocidad. No está claro hacia dónde lo querían llevar, pero sí que tomaron por la zona de Bajada de Piedras. Se trata de un sector que los delincuentes suelen utilizar como atajo para evadir los controles y ganar la autovía de la ruta 19. Por eso, hace un tiempo que se ha dispuesto un patrullaje en ese sector. Y fue justamente un móvil que estaba en el sector el que divisó al taxi, que iba rápido y con las luces apagadas. De inmediato los policías le dieron alcance y al hacerles señas para que frenara, el conductor del taxi aceleró aún más.

Ante esto, se generó una persecución a toda velocidad, que superaba de manera generosa los 100 kilómetros por horas. En el baúl, Rivadero sólo pensaba en terminar vivo. Los minutos se le hicieron eternos. Calcula que estuvo entre 10 y 15 encerrado en esa oscuridad, sin saber hacia dónde lo llevaban ni qué propósitos tenían los delincuentes. El que había tomado el volante del taxi no era un eximio conductor, sino todo lo contrario. En medio de una calle maltrecha, el auto se iba de un lado a otro.

Hasta que de pronto el vehículo se detuvo. Cuando al fin el baúl se abrió, se topó con el rostro de un policía. 

A esa altura, los cabos Jesús Iglesias y Pablo Cruz, quienes fueron los que divisaron al taxi e iniciaron la persecución, ya habían avisado a las otras patrullas del Comando de Acción Preventiva del Distrito 7 para que se sumaran a la búsqueda del taxi.

Los ladrones, que habían logrado tomar unos metros de distancia decidieron en el cruce de Bajada de Piedras  y Juan Cavero, en Ampliación Yapeyú, abandonar el vehículo y escapar a pie. Para ello, ganaron un descampado y corrieron en dirección al Barranca Yaco, donde su rastro se perdió. 

El taxista, ya fuera del baúl, fue trasladado al área de Bienestar Policial, donde recibió una primera contención antes de radicar la denuncia correspondiente. Allí, relató la odisea a la que acababa de sobrevivir y agregó un dato: el ladrón que lo apuntó con el arma era menor de edad.