La conectividad es una característica imprescindible en el mundo moderno, y el internet actual configura una red que parece no tener fin. Un mar en el que navegan cada vez más dispositivos diferentes: relojes, teléfonos, consolas, ordenadores... Esta transformación hacia un ecosistema online ha modificado también el ocio y los
modelos de consumo. Las actividades que podrían agruparse dentro del campo de lo digital se han extendido por todo el mundo, añadiendo también un contenido de interactividad entre usuarios que antes no existía.

Pongamos por ejemplo el caso concreto de la televisión. Tradicionalmente, las personas solían conectar su televisor para ver programas de actualidad o películas de estreno. Era una relación unidireccional en la que el espectador podía disfrutar de un determinado contenido a una hora concreta. La interacción finalizaba en este punto, no iba más allá de comentar la jugada al día siguiente con los amigos o familiares que
hubiesen visualizado el mismo formato.

Actualmente, con la aparición de plataformas como YouTube o Twitch, los emisores generan gran cantidad de contenido para visualizar en directo, a lo que se añade un elemento importantísimo: la interactividad con los usuarios. Pueden comentar en tiempo real la jugada e intentar interferir en la creación de contenido. Esta es una de las actividades online que hoy en día genera un volumen mayor de tráfico, pero no es la única.

Existen otros sectores de base analógica que han materializado con éxito su traslado al universo online. Es el caso concreto de los casinos, que en origen eran espacios de reunión social y que actualmente han trasladado sus pasatiempos a internet. Pueden encontrarse en línea los juegos más clásicos como el póker, la ruleta online o el blackjack, con millones de sus usuarios alrededor del globo.

Siguiendo el hilo discursivo, otra de las actividades masificadas en lo que se refiere a la interacción a través de internet son los videojuegos. Si nos trasladamos hasta un pasado no muy lejano, la única interactividad que podía existir en el ocio electrónico era la de quedar con un amigo y gozar de un título en compañía. En cambio, ahora existen infraestructuras faraónicas centradas en la conexión online. Servicios que ofrecen jugar con gamers de todo el mundo con los títulos más destacados del catálogo. De hecho, es ya un requisito indispensable que los juegos de mayor presupuesto dispongan de un modo online para poder alargar la vida útil de los mismos.
Independientemente del simple hecho de jugar a distancia, también se ha implementado un servicio de envío de mensajes o chat por voz, que convierten la experiencia en aún más redonda. Las grandes empresas como Sony, Xbox o Microsoft también han logrado monetizar estas características, ya que para disfrutar de la conexión online con otros usuarios es necesario abonar una suscripción mensual similar a las de las plataformas de vídeo en streaming. Una medida que fue recibida con hostilidad en una fase inicial, pero que ahora ya ha quedado asimilada en un contexto de normalidad. También buscan implementar novedades ininterrumpidamente para justificar dicho precio.

Por último, una de las otras patas donde se sustenta la mesa de las actividades online más populares del momento, es la de las redes sociales. Éste es otro monstruo que no deja de crecer día tras día. A los humanos, al ser seres sociales, nos gusta compartir nuestro día a día, y plataformas como Instagram o Twitter ofrecen la posibilidad de hacerlo. Sea de forma escrita, como es el caso de Twitter, o a través de fotografías, donde entrarían Instagram o Facebook. Compartimos nuestras vivencias con amigos, familiares o conocidos, los platos que comemos o las reflexiones que nos vienen a la cabeza en un momento determinado. Las redes sociales también van implementando diversas mejoras de forma constante para ofrecer nuevas posibilidades a los usuarios. Una forma de hacer que la pelota nunca deje de rodar, generando beneficios también
a los poseedores de sus empresas asociadas.