Realismo mágico puntano: la ruptura entre los hermanos Rodríguez Saá

Había una vez un reino en el interior de un país del sur del continente, que se había declarado República. Allí todo se pintaba diferente: encontrabas esculturas en las rutas o en los accesos a las localidades, autopistas de la información, pero también autos que la cruzaban de norte a sur y de este a oeste, diques, una pirámide desde donde poder gobernar cual faraones.

País 14 de marzo de 2023 Redacción Canavese & Asoc Redacción Canavese & Asoc
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En el interior, asta una ciudad que los príncipes mandaron a construir a partir de 2003 a su imagen y semejanza pegada a la capital, cuando vieron que el alcalde opositor no les permitía dominar ese feudo.

La llamaron La Punta y allí crearon una universidad, un estadio de fútbol, réplicas del Cabildo de Buenos Aires y de la Casa de Tucumán, un estudio de cine, un observatorio astronómico conectado a la NASA.

Desde hace 40 años, los caudillos son dos hermanos, que, pese a una infancia y una juventud con muchas necesidades, terminaron convertidos en poderosos hombres de política y de negocios.

Dicen los lenguaraces que el régimen de promoción industrial, del que gozó ese territorio en los 90, fue el trampolín que los catapultó a la riqueza.

Los hermanos fueron alternándose en el poder, con apenas un interregno y la recuperación rápida del gobierno, apenas a quien se lo habían prestado intentó tomar vuelo.

Hablemos ahora de San Luis 2023, un Macondo moderno, donde los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá son protagonistas excluyentes.

Compartieron todo: el poder y los negocios. Hoteles, casinos, campos, bodegas y otros bienes.

Sin embargo, hace algún tiempo en la sociedad puntana se supo que habían disuelto la sociedad económica.

Pero también la política se fisuró en una grieta irreversible.

Hoy gobierna Alberto, con un grupo de jóvenes liderados por su hijo Albertito (entre ellos la actual ministra de la Mujer de la Nación, Ayelén Mazzina), que habían desplazado a la vieja guardia del peronismo. Eran dirigentes tradicionales, a los que “el Adolfo” apañó (y utilizó) desde el ‘83, cuando fue el primero de ellos en ganar la gobernación.

Él decidió que no era hora de jubilarse y que podía aspirar a una nueva oportunidad. De hecho, hizo pintar muchos paredones a modo de “operativo clamor”: Adolfo 2023.

Cuando vio que no despegaba y que con la ley de lemas impuesta por su hermano no tenía lugar, no se mandó a guardar, sino que hizo la jugada que nadie esperaba: se sumó a la lista de Claudio Poggi, aquel muletto que ellos utilizaron como gobernador y al que luego desplazaron de un plumazo cuando quiso tomar vuelo.

Poggi, que en 2017 le ganó una PASO a Adolfo, aunque luego, a fuerza de dádivas, se lo dieron vuelta en la general, viene construyendo una lista con la gente de Juntos por el Cambio.

Y allí fue Adolfo en una alianza que Poggi logró imponer, pese a que esto ponía los pelos de punta a los radicales, que nunca pudieron ganarle desde los ‘80.

Una curiosidad más para el 11 de junio, día de las elecciones: no habrá ningún Rodríguez Saá en la vidriera, porque Alberto nominó a Jorge "Gato" Fernández, un exjuez del Tribunal Supremo provincial, para la gobernación. Y Adolfo se pliega a Poggi.

Lo impensado se tornó posible. El realismo mágico puntano nos puede llevar a incorporarlos en las grandes peleas de hermanos de la humanidad: Caín y Abel, las Bolena, los príncipes William y Harry, las tenistas Williams.

Y hasta los alemanes Adolf y Rudolf Dassler, de cuyo enfrentamiento nacieron nada más y nada menos que Adidas y Puma.

Veremos si de esta pelea entre los hermanos no aparece alguna jugada mágica más.

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