Comer placenta: la peligrosa práctica que está en el foco de la medicina

No hay evidencia científica que compruebe sus beneficios, pero son muchas las embarazadas y personas gestantes que lo consumen. Los profesionales de la salud advierten sobre la importancia de prevenir posibles infecciones e informarse.

País 10 de julio de 2022 Oscar A Canavese Oscar A Canavese
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La placentofagia, la práctica que consiste en comerse la placenta para obtener supuestos beneficios para la salud de la madre y del bebé, volvió a instalarse en el debate público luego de que Evaluna, la hija de Ricardo Montaner, al igual que Kim Kardashian, Jennifer López y Juana Repetto, contara que consumió su propio órgano. En este marco, desde la medicina se pusieron en alerta y advirtieron sobre los posibles peligros de esta práctica y afirmaron que no existen evidencias científicas que comprueben sus beneficios. 

En tanto, desde los sectores que llevan adelante estos procedimientos no médicos, que aún no se encuentran regularizadas y continúan en debate, aseguran que tienen importantes aportes tanto para las madres y personas gestantes como para los hijos/as.

La placenta es un órgano intrincado que nutre al feto en crecimiento mediante el intercambio de nutrientes y oxígeno y la filtración de desechos a través del cordón umbilical. Su definición proviene del latín y significa “torta plana”, haciendo referencia a su apariencia en humanos y es el único órgano temporal en el cuerpo humano que se forma durante el embarazo, cumple una función específica durante la gestación y luego es descartado. Sin embargo, hace muchos años, se lleva adelante la placentofagia con el fin de utilizarlo una vez que es expulsado por el organismo para consumirlo a través de cápsulas o simplemente crudo por medio de batidos o licuados.

Ante la discusión planteada y la desinformación que circula entorno a esta práctica, El Destape habló con ginecólogos y obstetras quienes coincidieron en que este tipo de prácticas no cuentan con un sustento científico, no están reguladas y pueden convertirse en un peligro para las madres e hijos/as que los consuman.

Además, afirmaron que en principio no aportaría beneficios contundentes para aquellos que lo ingieren. «La placenta es un órgano súper importante, cumple múltiples funciones que después las toma el bebé cuando nace, por ejemplo la respiración, la función de excreción y hasta la función hormonal. Sin embargo, en la práctica cotidiana una vez que la mujer da a luz se desecha en un receptáculo y con suerte tiene un valor desde el punto de vista diagnóstico», explicó el ginecólogo y obstetra Carlos Psevoznik.

En este marco, el médico recordó que hace más de 20 años escuchó por primera vez la práctica de conservar la placenta para consumirla «cuando una pareja extranjera le pidió quedarse con el órgano para comerlo». El obstetra definió a esta práctica como naturista, ya que por medio de una ritualidad buscaban darle un cierto valor y protagonismo a este órgano que comúnmente se descarta tras haber sido el sostén total de un embarazo.

Carlos Psevoznik aclaró, por su parte, que este procedimiento no recupera ninguna cultura ancestral ya que no hubo anteriormente un valor particular de la placenta. «Si la hay en los animales: es muy común que los mamíferos coman su placenta después del parto pero en la especie humana no, no está eso instalado, no es algo se haya perdido y recuperado «. Los animales que se comen la placenta lo hacen por dos motivos que los diferencian de la especie humana: se comen los restos del parto para obtener un simple beneficio nutritivo tras el sofoco extremo que supone dar a luz a sus crías, y además, para no dejar pistas ni huellas ni olores a sus posibles depredadores. 

Aporte científico: discusión y posturas médicas sobre el consumo de placenta
En esta línea, el médico especialista enfatizó que la placenta es un órgano riquísimo en sustancias como hormonas, hierro, células inmunocompetentes. «Es un conglomerado de complejidades de tejidos de distintos tipos, eso es indudable», insistió, pero planteó: «¿Esto representa algún beneficio al ingerirla? Actualmente se trata de un tema en discusión, no hay una definición, una concordancia entre todas las personas que estudiaron el tema. Algunos dicen que podría tener alguna ventaja, otros dicen que no tanto«, afirmó y puntualízó de tenerla «no es algo trascendente». «No es que el hecho de comer la placenta te cambia el futuro a vos y a tu bebé, la verdad que nadie puede sostener ese concepto. pero hay algunos que encontraron algún efecto sedativo, que reduce el riesgo de depresión, muy vinculada a mí forma de entender con una cuestión subjetiva, que igual no es menor», agregó.

«¿Si yo como médico lo tengo que aconsejar? Quizá lo que hoy está en el terreno de la duda se convierte en rutina, pero por ahora está en un proceso de descubrimiento donde no hay una verdad absoluta, desde el punto de vista científico no hay evidencia«, aclaró. El profesional hizo referencia a una investigación publicada en American Journal of Obstetrics an Gynecology que revelaron que no se encontró ninguna evidencia científica sobre los beneficios de la placentofagia.

Posibles peligros de su consumo
Así como la placenta es un órgano que cumple numerosas funciones una de ellas es ser un filtro de sustancias potencialmente toxicas que de alguna manera quedan en la placenta. «El bebé en la gran parte de la gestación está protegida por esa placenta y si vos lo digerís podes estar digiriendo este tipo de sustancias que no son beneficiosas», remarcó.

Si bien aquellos que llevan adelante este procedimiento aseguran que es beneficioso, objetivamente no mueve demasiado la aguja salvo en el aspecto emocional y subjetivo, agregó Carlos Psevoznik.  En este marco, una de las propias realizadoras de las cápsulas y productos a base de la placenta, Verónica Núnez, quien se presenta en su página oficial como biodecodificadora, instrumentadora quirúrgica especializada en obstetricia y alquimista placentaria, aclaró que «no es medicina ni es algo médico» y que proviene de una práctica de los mamíferos. “La placenta, que posee muchos beneficios, era consumida para recuperar todas las vitaminas, hierros y hormonas que se pierden en el parto ya sea por vía natural o cesárea”, explica en su página oficial.

Según la alquimista placentaria, quien produjo las cápsulas que promocionó Juana Repetto, se trata de una «práctica que aborda el respeto y ritualización de este órgano, así como el procesamiento del mismo en distintos recursos que ‘beneficien’ a la madre». Según la misma, algunos de los beneficios tienen que ver con el balance hormonal y el incremento energético, entre otros. Nuñez sostuvo que antiguamente se utilizaba para ayudar a detener una hemorragia, y también para reponerla luego de muchas horas de labor de parto.

Posibles infecciones
En este marco, ante estas prácticas que se convirtieron en una tendencia y en la mayor parte de los países del mundo no está regulada, los profesionales trasmitieron su preocupación e hicieron énfasis en las posibles infecciones. Psevoznik hizo referencia a casos que trascendieron de mujeres y parejas que consumieron la placenta contaminada e infectaron al bebé y la mujer. Por eso es importante que haya una confirmación de estreptococo diagnosticada, para saber si esa placenta está habilitada para hacer un procedimiento de este tipo, alertó.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) emitieron una advertencia en contra de tomar cápsulas de placenta debido a un caso en el cual un recién nacido presentó estreptococo del grupo B después de que la madre tomó píldoras de placenta que lo contenían y amamantó al bebé. Se cree que la leche materna estaba infectada por la bacteria que la madre contrajo al ingerir su placenta infectada, bacteria que puede causar graves enfermedades en los recién nacidos.

En coincidencia, el ginecólogo obstetra, Marcelo Ugarte, en diálogo consideró a esta práctica como «parte de la tendencia mundial de vuelta a las raíces, lo ancestral, natural, lo realizado sin ‘medicalizacion’ de los procesos curativos de la salud». En esta línea, remarcó: «A primera vista, los peligros son los que derivan del mal uso de los desechos biológicos y su tratamiento adecuado». Además. el experto opinó que la placenta aporta hormonas, algunos factores de crecimiento, minerales, calcio y hierro, pero estos probablemente se pierdan en el proceso de elaboración para su consumo, afirmó Ugarte. A esto, Psevoznik aclaró que «si el objetivo del consumo de la placenta es la recuperación del hierro, ya aseguro que esa no es la forma«.

En este marco, el profesional explicó que «la mujer (o persona gestante) cuando está por parir aumenta un 50 por ciento la cantidad de sangre circulante que un persona no gestante tiene». «Esa sangre se pierde, en parte, en el proceso de nacimiento (entre medio litro y un litro como máximo) y queda un gran volumen de sangre que le sirve a la mujer para recuperar sus reservas de hierro para la etapa siguiente: esto sumado a que la mujer luego no menstrua por los siguientes meses, la pérdida menstrual se recupera, por lo tanto, no es necesario el consumo de placenta para adquirir hierro», aclaró.

Respecto al aporte de hierro en los recién nacidos/as, Ugarte sostuvo que «el mejor consejo es tratar de que se respeten los tiempos de clampeo del cordón, ya que es sabido que esto aporta mucho hierro al bebé con solo dejarlo hasta que deje de latir el cordón (pasan unos 50 a 70 ml sangre)«.

Por otra parte, su colega explicó qué ocurre con la incorporación de las células madre y aclaró que no se ingieren por vía oral. «Para que las células madre las recibas tienen que ser inyectada al torrente sanguíneo o por lo menos inyectadas porque se degradan en la ingesta. Hay una enorme confusión de que si me aplico las células madre, por ejemplo, me saca las arrugas y no funciona así. Hay mucha información confusa y tendenciosa», añadió.

En tanto, las madres o personas gestantes tiene el derecho de llevarse la placenta tras el parto y hacer con ella lo que deseen: desde un smoothie, cápsulas hasta enterrarla en una maceta con la planta que más les guste, pero siempre sabiendo cuáles son las prácticas con sustento científico y las más beneficiosas para ellas y sus hijos/as.

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