La sencilla habitación donde murió el papa Francisco: un legado de humildad que marcó a la Iglesia

Durante doce años, Francisco vivió en la habitación 201 de la Casa Santa Marta, lejos de los lujos del Vaticano. Su última morada, austera y despojada, refleja el espíritu que caracterizó a su pontificado.

Internacionales25 de abril de 2025SOFIA ZANOTTISOFIA ZANOTTI
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La muerte del papa Francisco no solo enlutó a millones de fieles alrededor del mundo, sino que también dejó al descubierto una faceta que marcó su papado: la elección consciente de la austeridad. Durante los doce años en que lideró la Iglesia católica, Jorge Mario Bergoglio habitó la habitación 201 de la Casa Santa Marta, en lugar del tradicional Palacio Apostólico.

El pequeño cuarto, donde pasó sus últimos días, contaba apenas con una cama individual, un crucifijo, una lámpara de lectura y su inseparable mate argentino. A diferencia de los fastuosos salones vaticanos, Francisco optó por la sencillez como un gesto político y espiritual, buscando —según relató su colaborador cercano, Monseñor Guillermo Karcher— "vivir cerca de la gente".

La elección de Francisco no fue una cuestión circunstancial. Desde su llegada al Vaticano en 2013, decidió romper con siglos de tradiciones palaciegas. La habitación carecía de balcones o vistas privilegiadas, y tampoco poseía elementos de lujo o diseño exclusivo. Cada jornada comenzaba para él a las 4:45 de la mañana, con momentos de oración y misa, seguido de un desayuno sencillo compuesto por yogur descremado y café, compartiendo los espacios comunes con sacerdotes, empleados y trabajadores del Vaticano.

Alejado de las comunicaciones digitales, prefería informarse leyendo diarios impresos y disfrutaba de escuchar tangos de Carlos Gardel, una conexión inalterable con sus raíces argentinas.

Su despedida, coherente con la vida que eligió, se celebró en la capilla de la misma Casa Santa Marta. El féretro, sin ornamentos, fue un pedido explícito del propio Francisco: ser velado en la humildad que predicó y practicó.

La habitación 201 no fue simplemente su lugar de residencia: fue un manifiesto silencioso pero poderoso. Desde ese modesto espacio, el papa Francisco transmitió un mensaje de cercanía, renuncia al poder terrenal y compromiso con los valores evangélicos, dejando una huella imborrable en la historia reciente de la Iglesia.

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