Quiénes son los sindicalistas que extenderán su mandato sin elecciones y cuántos años llevan en el cargo

Por la pandemia, el Gobierno congeló el mapa gremial de hoy por un año más. Beneficia a la CGT y a la CATT, pero también a Héctor y Rodolfo Daer, Antonio Caló, Guillermo Pereyra y Omar Maturano, entre otros. Por qué es un alivio para la dirigencia actual

País 26 de septiembre de 2020 Oscar A Canavese Oscar A Canavese
sindicalistas

Héctor Daer, de Sanidad. Antonio Caló, de la UOM. Rodolfo Daer, de Alimentación. Guillermo Pereyra, de petroleros. Omar Maturano, de La Fraternidad. Estos son algunos de los dirigentes gremiales que tenían que renovar este año sus mandatos en las elecciones de sus sindicatos, pero gracias a la pandemia extenderán sus mandatos por lo menos hasta dentro de un año.

Es que el Ministerio de Trabajo acaba de extender la suspensión de los comicios sindicales y prorrogar los mandatos de los actuales dirigentes por 180 días desde el 21 de febrero de 2021 para evitar “la movilización, traslado y/o la aglomeración de personas”. Eso implica que el mapa sindical actual quedará congelado hasta el 27 de agosto. Es decir, hasta septiembre próximo.

¿Esos dirigentes le tendrán que agradecer al coronavirus no tener que arriesgar su continuidad en los comicios? Es cierto que ninguno de estos sindicalistas tienen una oposición fuerte que les pueda arrebatar el liderazgo, pero la “yapa” de mandato les permite un gran alivio: podría haberse trasladado a la urnas el malestar que existe entre muchísimos trabajadores por la caída del salario y el derrumbe del empleo que se están produciendo como consecuencia de la cuarentena obligatoria.

 
Más agradecidos aún por la disposición oficial podrán estar los miembros de la actual CGT, que debían realizar el congreso para renovar las autoridades en agosto pasado y que hasta la anterior prórroga de mandatos se iba a concretar recién durante el primer trimestre de 2021.

     Ahora habrá tiempo al menos hasta dentro de un año para conformar una nueva central obrera, donde hoy se perfilan dos candidatos para liderarla: de un lado, Héctor Daer, uno de sus actuales cotitulares, que busca ser el único secretario general, y del otro, Pablo Moyano, quien pegó el portazo a la CGT en marzo de 2018 justamente por las diferencias que mantenía con el líder de Sanidad sobre la estrategia para protestar contra la política económica de Mauricio Macri.

 
Ambos son cercanos al Gobierno, pero con matices. Daer es amigo de Alberto Fernández y el más oficialista de una CGT que se perfila albertista y nada cristinista. De por sí, como anticipó Infobae, la central obrera está organizando un “acto peronista” para el 17 de octubre y el Presidente ya habría confirmado que asistirá, pero ningún dirigente piensa invitar a Cristina Kirchner. “Que la invite Alberto, si quiere”, afirmó, desafiante, uno de los principales caciques sindicales.

 
El hijo de Moyano mantiene una relación fluida con el kirchnerismo, que visualiza al camionero como su llave de acceso a la CGT, pero no tiene el mismo vínculo con Alberto Fernández que su papá Hugo. Y pertenece a un sector interno, el moyanismo, que se fue deshilachando en materia adhesiones sindicales en los últimos años.

Los líderes camioneros hostigan a Daer y a la CGT cada vez que pueden, como cuando criticaron el acuerdo con la Unión Industrial Argentina (UIA) para suspender trabajadores. El jefe de Sanidad Buenos Aires respondió con sus duros cuestionamientos al intento de los Moyano de sacarle afiliados al Sindicato de Carga y Descarga en un centro de distribución de Mercado Libre.

  
Cualquier pronóstico sobre cómo puede estar el país dentro de un año equivale a sarasa, parafraseando al ministro Guzmán. Por eso es tranquilizador para la actual conducción de la CGT postergar la renovación de su jefatura. Y quizá también para Alberto Fernández, quien se evitará así tener que definirse en una disputa sindical que puede ocasionarle zozobras adicionales al Gobierno.

Entre los comicios sindicales que debían realizarse este año y quedaron suspendidos figura el de Unión Personal de Fábricas de Pintura de la República Argentina (UPFPRA), liderado por el hombre récord del sindicalismo argentino: Pedro Victorio Zambeletti es su secretario general desde 1974.

 
El jefe del gremio de la pintura lleva nada menos que 46 años mandatos consecutivos en su organización y arrastra denuncias de fraude y violencia. Hoy recluido en su casa por pertenecer a los grupos de riesgo, ya sabe que podrá seguir un año más y postergar un escenario como el de las últimas elecciones, en 2016, cuando lo enfrentó una lista que agrupó a peronistas, ex dirigentes del sindicato, y agrupaciones de izquierda, quienes lo acusaron de proscribirlos de manera fraudulenta.

Los 46 años de Zambeletti como secretario general de su sindicato aún no llegan a los imbatibles 54 años que estuvo Ramón Baldassini al frente de la Federación de Obreros y Empleados de Correos y Telecomunicaciones (FOECYT), desde 1963 hasta 2017, o a los 53 de Enrique Venturini, quien murió en 2012 mientras aún era titular del Sindicato de Electricistas Navales, adonde había asumido en el lejano 1959.

     El sindicalista récord de la Argentina: Pedro Zambeletti está al frente del Sindicato de Pintura desde 1974 
Algunas claves de la supervivencia de los dirigentes gremiales de la Argentina están centradas en un sistema que consagra las reelecciones perpetuas y permite que haya elecciones amañadas, con controles poco rigurosos y normas internas que dificultan la presentación de listas opositoras.

Es cierto que los trabajadores votan a sus representantes, pero también lo es que no cualquiera puede competir para liderar un sindicato. Es común que los estatutos de muchas organizaciones gremiales contemplen tantos requisitos para presentar una nómina que participar de los comicios termina siendo una misión imposible: algunos exigen tener una lista completa de candidatos en cada seccional del país (complicado para opositores sin estructura ni medios económicos) u obligan a los postulantes a haber desarrollado previamente una carrera sindical como delegado, dirigente de una filial o miembro de un cuerpo directivo.

 
Por eso en nuestro país, curiosamente, existen muchos más requisitos para aspirar a conducir un sindicato que para presentarse como candidato a presidente de la Nación. Los llamados “estatutos trampa”, que fijan exigencias casi imposibles de cumplir, se mantienen intactos desde el último tramo del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando tuvieron que adaptarse a lo establecido en la ley 23.551 de Asociaciones Sindicales, que fue sancionada en 1988.

Algunos de los sindicalistas con mandatos prorrogados y elecciones suspendidas gracias a la pandemia tienen rivales internos. Por ejemplo, Daer, quien lidera ATSA Buenos Aires desde 2000 y secunda a Carlos West Ocampo en la Federación de Sanidad, suele competir con una lista de izquierda, tradicionalmente fuerte en el sector de salud, pero gana en las urnas sin sobresaltos.

     Héctor Daer y su hermano mayor, Rodolfo: ambos debían haber ido este año a elecciones en Sanidad y AlimentaciónSu hermano Rodolfo es el que mantiene una pelea más dura con “los zurdos" en el Sindicato de Trabajadores de Industrias de la Alimentación (STIA): en las elecciones de 2012, por ejemplo, el oficialismo ganó con el 64% de los votos, aunque una lista de izquierda llegó al significativo 35% de los votos.

Para los comicios que iban a realizarse en abril pasado, sin embargo, se dividieron los opositores de Daer (el trotskismo y el maoísmo) y así se fortalecieron las posibilidades para una nueva reelección del líder del STIA, que está en su puesto desde 1984 y constituye toda una rareza ideológica: fue militante de la Federación Juvenil Comunista y luego se pasó al peronismo ortodoxo de las 62 Organizaciones, desde donde logró ser titular de la CGT entre 1996 y 2000.

El caso de Antonio Caló es distinto. Asumió al frente de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) en 2004 y le tocó la compleja tarea de reemplazar al legendario Lorenzo Miguel, quien manejó el principal sindicato industrial de la Argentina desde 1970 hasta que murió, en 2002.

Antes de la pandemia estaba previsto que en mayo pasado arrancaran las elecciones en las seccionales metalúrgicas, etapa en la cual también se iban a elegir los delegados al colegio electoral de la UOM: en este sindicato los afiliados no eligen en forma directa a las autoridades sino a representantes que son quienes, en definitiva, terminan consagrando a la conducción nacional.

     Guillermo Pereyra, el sindicalista petrolero que quiere ser reelegido en las urnasSi bien Caló pudo ir apagando focos de rebeldía interna a lo largo de los años, ahora tiene un belicoso frente disidente que forman seccionales como La Matanza, Córdoba, Morón y Villa Constitución, que en abril pasado frenaron el acuerdo impulsado por el titular del gremio para preservar las fuentes de trabajo mediante suspensiones pagas con el 70% de los salarios.

Otro dirigente de larga supervivencia sindical que tenía elecciones este año es Guillermo Pereyra, secretario general del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Neuquén, Río Negro y La Pampa desde 1984. En febrero pasado anunció que iba a presentarse a una nueva reelección, pero hoy no está tan claro el panorama interno: el ex senador del Movimiento Popular Neuquino está recluido en su provincia por culpa del COVID-19 y el manejo del sindicato quedó en manos del secretario administrativo, Marcelo Rucci, a quien muchos empiezan a ver como un posible heredero.

Hay más dirigentes que debían revalidar sus títulos en los comicios y que resultaron beneficiados por la prórroga de los mandatos, como Omar Maturano, líder de La Fraternidad desde 1992, aunque sin oposición a la vista y con el ascenso de su hijo Sebastián, que, además de desempeñarse como secretario de la Juventud del sindicato, encabeza la Juventud Sindical de la CGT.

     La poderosa Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT) también tiene sus mandatos prorrogados: Juan Pablo Brey, Juan Carlos Schmid, Omar Maturano y Omar PérezOtros casos similares son los de Hugo Benítez, jefe de la Asociación Obrera Textil (AOT); Roberto Coria, del Sindicato de Guincheros, y Héctor González, del Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la Patagonia. Uno de los más importantes del pelotón de sindicalistas sin elecciones y más mandato es Juan Carlos Schmid, secretario general del Sindicato de Dragado y Balizamiento, que este año debía definir su continuidad al frente de la poderosa Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT) y de la Federación Marítima Portuaria de la Industria Naval de la República Argentina.

Algunos de los sindicalistas que debían ir a elecciones en 2021 y que ahora seguramente deberán reprogramar la votación para después de septiembre son Sergio Sasia (titular de la Unión Ferroviaria), Amadeo Genta (desde hace 37 años al frente del Sindicato Unico de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires y con su hijo Emiliano perfilándose como sucesor), José Luis Lingeri (Sindicato Gran Buenos Aires de Trabajadores de Obras Sanitarias), Luis Barrionuevo (Sindicato de Gastronómicos), Sonia Alesso (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, CTERA), Roberto Baradel (Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires, Suteba) y Víctor Santa María (Sindicato de Encargados de Edificios).

Quizá toda esta alteración de los cronogramas electorales ya no lo afecte al eterno Armando Cavalieri, líder desde hace 34 años del Sindicato de Comercio, uno de los más numerosos del país: su mandato vence recién en 2022. Si decide una nueva reelección, expondrá su liderazgo cuando ya tenga 86 años. Será una demostración de que el modelo sindical argentino es único en muchos sentidos, pero sobre todo en uno: en la increíble capacidad de supervivencia de sus dirigentes.

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