Las inesperadas vicisitudes por las que atraviesa la Humanidad por efecto directo de la Pandemia que acosa a los países, en diferente grado y modo, pero que engloba a todos sin excepción, suman un nuevo aditamento a la tan meneada sociedad de la información.

Las posibilidades de acceso a los hechos por los nuevos medios informáticos abren ventanas nunca antes vistas. La inmediatez y la vivencia en tiempo real proporciona una sensación de poder que lleva a que creamos poseer una fuerza omnímoda.

Hace tiempo ya, la manipulación informativa, una constante histórica que marcó el éxito y el fracaso de los pueblos, se ha ejercido sin pruritos por parte de las dirigencias. Y fue a través del periodismo que se le puso freno, incluso con el costo de muchas vidas de quienes en ejercicio del deber-derecho de contar lo que pasaba.

La violencia, que ha tomado las más diversas sutilezas para incidir en las personas, ha sido inusitada a la hora de presionar a quienes luchan por hacer saber lo que ocurre.
Es por eso que la conjunción de periodistas y medios es el sustento de una lucha sin fin para que quienes ostentan el poder no obtengan los objetivos de soslayar a las mayorías y subsumirlas a los efectos de sus armas de dominación.

La aparición de las redes sociales, tan en boga en los últimos años, sólo plantearon un cambio de perfil. Incluso, aportaron otra herramienta a quienes –bajo la apariencia de abrir un camino hacia la libre expresión- solo ejercen un medio de control, más sofisticado pero de control al fin.

A su vez, la confusión que aportan cotidianamente “opinadores” a través de los programas televisivos, donde sin ningún prurito se mezclan las posiciones personales, con la defensa de inconfesados fines sectoriales, aumentan la decadencia de una sociedad en vilo.

Tan solo la profesionalización de quienes asumen la tarea de informar y la convicción del rol que les compete, podrán jerarquizar el cumplimiento de los supremos fines que tienen los hombres y mujeres de prensa. El final será la victoria del esfuerzo cotidiano contra esta “pandemia de la desinformación” que cada día nos hace dudar entre mentira y verdad.