La moda llegó a la ciudad. Se popularizaron a partir de que, producto del cambio climático, las granizadas cobraron una virulencia extrema. Más para los rosarinos que el 15 de noviembre de 2006 vieron como sus vehículos, las persianas de las ventanas y los techos de zinc sufrieron incontables abolladuras por culpa de la caída intempestiva y vigorosa de gran cantidad de bolas de hielo del tamaño del puño de un boxeador.

A partir de ese episodio, que dejó autos abollados aquí, allá y en todas partes, hasta las compañías de seguro tuvieron que ajustar las pólizas de protección de los vehículos para darle tranquilidad a sus clientes en caso de que el fenómeno climático se repitiera. Y sucedió, en más de una ocasión, aunque no con la furia de la primera vez ni tan inesperadamente, porque la desgracia obligó a que se tomaran recaudos.

Muchos automovilistas que dejaban el coche a la intemperie, sobre todo cuando iban a trabajar, buscaron una cochera o, los más audaces, un lugar a dónde ya sea el arbolado público o las edificaciones les diera una cierta protección a los vehículos. No obstante, la crisis económica, que obligó a ajustar las cuentas y, sobre todo, los gastos fijos, obligó a recortar el gasto del garage y creció el número de autos estacionados en la calle.

Incluso en zonas históricamente de alto poder adquisitivo, como barrio Martin y Pichincha, muchos autos de alta gama “duermen” frente a los domicilios de sus dueños. Lo hacen porque muchos edificios no tienen cocheras y también porque, aunque no lo reconocen, se ahorran el estacionamiento. ¿Quién cuida los autos? El personal de seguridad que trabaja en las cercanías, para que les echen el ojo a los coches, le “tiran unos pesos”.

Cuando los autos permanecen largas horas a la intemperie, al peligro de los robos se le suma las inclemencias climáticas y naturales, porque si bien existe la posibilidad de que caiga una lluvia intensa o una granizada intempestiva, si se estaciona debajo de un árbol lo más probable es que el coche quede cubierto de excremento de aves o, ahora que recrudecieron los incendios en las islas, de cenizas.

Como es bien sabido, toda crisis representa una oportunidad, y así fue como se comenzaron a comercializar paraguas antigranizo para los autos que pasan largo tiempo a la intemperie. Hay varias marcas y modelos, se ofrecen en las principales páginas de comercio online a una variedad amplia de precios, los más sofisticados que son reforzados y se abren por control remoto rondan los $30 mil.

Pese que parecía una utopía que llegaran a Rosario, lo hicieron. El dueño de automóvil Audi de alta gama, que habitualmente estaciona en barrio Martín, junto a un frondoso árbol, lo luce a diario. El dispositivo llamó la atención de los transeúntes que pasan por el lugar y, tras la sorpresa inicial, demostraron su interés. Y más que eso, le tomaron fotos y las viralizaron por WhatsApp, tal y como mandan estos tiempos de furor digital.