La huella de ex obispo venadense en la historia de la herencia más disputada de la Argentina que se repartió el último viernes

La cifra repartida en bienes entre los numerosos herederos fue la friolera de 225 millones de dólares.

País 27 de julio de 2020 Oscar A Canavese Oscar A Canavese
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Informe: Mauro Camillato/V24

Finalmente después de 40 años de disputas con condimentos que la podrían convertir en una verdadera novela de ficción, el último viernes el juez civil de la ciudad de Córdoba, Carlos Bustos, repartió las numerosas propiedades del millonario caudillo oriundo de Villa Dolores, Juan Feliciano Manubens Calvet, a un grupo de acreedores y familiares. La cifra repartida en bienes entre los numerosos herederos fue la friolera de 225 millones de dólares.

El total se repartió entre cinco grupos de beneficiarios, con un 40% para el pago de acreedores que se acumularon en dos años de juicio, un 35% será dividido entre las cinco familias que surgieron de los hermanos de Manubens Calvet y el 25% restante entrará en posesión de empresas off shore.

También recibirán una parte los sobrinos de Margarita “Machaca” Woodhouse, quien fuera la pareja del caudillo y murió en la miseria porque no pudo disfrutar la herencia, ya que no estaban casados legalmente.

Uno de los beneficiarios que causó polémica es un hijo no reconocido judicialmente, ya que en aquella época se estimaba que Manubens Calvet era estéril. Sin embargo, ingresó entre los beneficiarios para evitar que el proceso se estire.

Lo cierto es que toda esta disputa por una de las mayores herencias de la historia Argentina, tuvo un especial capítulo en Venado Tuerto. Es que poco después que a principio del ’81 muriera el hacendado cordobés, apareció una joven paraguaya que se presentó como Dolores Manubens Calvet y dijo ser su hija natural.  Alegó  haber nacido de una relación entre su madre y Juan Manubens Calvet durante un viaje de éste a su país, y con el respaldo y la representación del entonces obispo de Venado Tuerto y a cargo de la atención de asuntos legales de la Iglesia Argentina, Mario Picchi, del martillero Jorge Norberto Olivero y un político de nombre José Luis Cora (ex presidente del partido Unión Popular), que decía a la vez que encargado de seguridad de Juan Pablo II, intentó alzarse con la herencia.

Por supuesto, como es historia conocida, luego se comprobó que todo era falso y fueron acusados de estafadores. Picchi tuvo prisión domiciliaria por su edad y a Olivero, que estuvo detenido en Devoto, el ex presidente Carlos Menem lo benefició conmutándole la pena en el último día de su mandato.

Por su parte, José Luis Cora, quien habría sido el “cerebro” de la maniobra, según informó el diario La Nación el 21 de febrero del 1999, fue detenido en un operativo conjunto de la policía de Córdoba y la Federal después de un largo tiempo en el que se encontraba prófugo.


Cabe destacar que si todo “salía bien”, la joven paraguaya había prometido donar el 50 por ciento de la plata  (en ese momento se hablaba de más de 300 millones de dólares) al Obispado de Venado Tuerto, y un 10 por ciento nada más y nada menos que al bueno de Picchi (él aludía que usaría ese dinero para el beneficio de la comunidad de Venado Tuerto).

Lo cierto que este tema provocó entre otras cosas que el obispo culminará siendo el centro de sendas notas periodísticas en grandes medios de Buenos Aires, y que luego se destaparan otras trapisondas que tuvieron a Picchi y socios como protagonistas.

El 14 de mayo de 1978 llegó a Venado Tuerto para hacerse cargo de la diócesis el cura salesiano Mario Picchi, para reemplazar a Fortunato Antonio Rossi. Su nombramiento lo había realizado el Papa Pablo VI poco antes de fallecer y lo había refrendado el presidente de facto, Jorge Rafael Videla.

“En el sacrosanto día de Pentecostés, la Iglesia de Venado Tuerto se asoció al regocijo de toda la Familia de Dios en el festejo del cumpleaños de  la Iglesia Universal, recibiendo al segundo Obispo de la Diócesis, Monseñor Mario Picchi, con profundo fervor cristiano, identificándose con su presencia y su fe en la sublime misión de consagrar  el mundo del Señor en un día  trascendental para la  grey católica”, detalla nota publicada en el semanario La Ciudad al respecto.

 Gentileza Archivo Histórico Digital de Venado Tuerto
Así en el número 1 del ya desaparecido periódico local destacaban el fervoroso recibimiento realizado al nuevo obispo local, y cerraban detallando que “por último en el Gimnasio del Club Centenario, tuvo lugar una cena a la canasta donde el crecido número de concurrentes pudo tener un contacto más directo con el nuevo obispo, quedando todos gratamente impresionados”.

A poco de andar Picchi se mostró muy activo y tuvo una importante participación social. Entre otras cosas, exponía su fuerte influencia en los gobiernos militares de turno, cuando rescataba a jóvenes venadenses que se salvaban de cumplir el cruento servicio militar a cambio convertirse en su chofer personal.

Es que Picchi antes de llegar a ser Obispo se había desempeñado como secretario del Arzobispo de La Plata, Antonio Plaza. Eran los tiempos en los que gobernaba dicha provincia el general Ibérico Saint Jean y comandaba la policía el tristemente célebre coronel Ramón Camps. En la capital de la provincia de Buenos Aires entre 1975 y 1978, la CONADEP  registra más de 2000 casos de desapariciones y 32 menores hijos de desaparecidos ingresaron a la Casa Cuna. De hecho, tanto Plaza como Picchi aparecen nombrados en el “Nunca Más” como influyentes sacerdotes que mantenían contacto estrecho con los militares que dirigían los centros clandestinos de detención.

Pero su protagonismo por acá adquirió mayor notoriedad cuando empezaron a aparecer de su mano algunos personajes que causarían más de un problema.

Así en principio de 1980 integrantes de la Cooperativa Agropecuaria de Murphy le piden al obispo local ayuda para evitar la quiebra de la entidad, que tenía un importante pasivo. En la oportunidad realiza su aparición pública José Luis Cora, quien fue presentado por Picchi como un posible “salvador” de la convocatoria de acreedores que atravesaba la cooperativa. Cora a la vez trajo a un presunto empresario italiano que estaba afincado en EEUU, Antonio Imbrenda (luego se supo que era uruguayo), quien iba a ser el verdadero salvador. Éste compró la cooperativa con cheques de bancos de EEUU, que posteriormente se comprueba que no tenían fondos. Pero mientras tanto, de marzo a octubre del ’81 insólitamente se hizo cargo de la cooperativa.

También Imbrenda, apadrinado por Picchi -a quien prometió comprarle una quinta para que cumpla su sueño de tener su propio seminario- monta en Venado Tuerto un supermercado y adquiere otras cooperativas de la región.

 Supermercado Imbrenda. Foto gentileza Archivo Histórico Digital Venado Tuerto. Fondo Semanario La Ciudad.
Posteriormente se comprueba que Imbrenda también aparece asociado en los negocios de los supermercados con Luis Picchi, hermano del obispo, en Buenos Aires. Este último a la vez encabezaba una financiera llamada Carfina junto a su hermano y un tal José Enrique Cardozo en el microcentro porteño. El tendal que dejaron provocó que el 4 de mayo de 1989 casi saliera a remate la sede del Obispado en Venado Tuerto, en San Martín 82.

Lo cierto es que en un artículo de la desaparecida revista Humor cuentan que en Carfina se recibían documentos con cheques de la cuenta 2141 que el Obispado de Venado Tuerto tenía en el Banco Financiero Argentino. Carfina fue declarada en quiebra en 1987 y empezaron a llover los juicios de los ahorristas. Ante las acciones de los damnificados, en un primer momento el juez comercial Fernando Ferreyra ordenó el remate de la sede del Obispado, pero después la Cámara de Apelaciones en lo Comercial revocó la decisión, alegando que los bienes de la Iglesia son inembargables. Decisión que fue refrendada nuevamente, ante la apelación de los más de 100 damnificados, por los jueces de la Corte Suprema en 1991, quienes en voto dividido opinaron que las riquezas del clero son ”inalienables, imprescriptibles e inembargables”.


Así las cosas, Cora fue quien en un viaje a Paraguay -con la supuesta intención de conseguir fondos para buscar financiación para la Cooperativa Agropecuaria de Murphy- se encontró con la presunta heredera de Manubens Calvet.

Picchi luego contó que conoció a la joven paraguaya en la sede del Episcopado de Buenos Aires, quien se presentó con una partida de nacimiento que luego se demostró que era fraguada, y que confío en ella.

 

Por supuesto, la historia terminó cuando se comprobó que quien decía ser la hija natural del terrateniente, en realidad había falsificado la partida de nacimiento y que su verdadero nombre era Juana González Cibils.

Picchi en todos los casos en que se lo involucró, destacó que él sólo “facilitó contactos”. E intentando librarse de las responsabilidades sobre José Luis Cora, reconocía que lo conocía hace tiempo, y  que lo intentó ayudar porque lo consideraba “una ovejita descarriada que yo, como obispo, quiero encaminar por la buena senda. No soy muy amigo suyo. Sé de ciertos antecedentes penales no muy decorosos, pero, en fin, pretendo rescatarlo”.

De todos modos, poco tiempo después la jueza federal Cristina Garzón de Lascano condenó a seis años de prisión por fraude y estafa a José Luis Cora y a Juana González Cibils, en tanto el martillero Jorge Norberto Olivero y el Obispo Mario Picchi fueron condenados a cumplir cuatro años de prisión como partícipes de la maniobra.

La presunta hija de Manubens Calvet terminó encarcelada. Picchi evitó la cárcel por su avanzada edad, tenía 80 años. En tanto, el martillero Olivero fue beneficiado por el ex presidente Menem, quien un día antes de dejar el poder en diciembre de 1999, le otorgó la conmutación de la pena.

José Luis Cora, quien fue detenido en febrero del 1999, luego de haber permanecido prófugo por un buen tiempo, salió en libertad condicional en el 2003 y pronto ya apareció de nuevo en los diarios. Es que pocos días después de estar en libertad fue acusado nuevamente por vender el sello partidario al mejor postor en su carácter de presidente honorario del Partido Unión Popular.

El ex Obispo de Venado Tuerto terminó sus días en el obispado de Tinisa de Numidia con un cargo dentro de la estructura del Vaticano, sin función pastoral. Allí había sido trasladado en una maniobra habitual de la Iglesia, que envía al Vaticano a todos aquellos jerarcas de la institución que entran en conflicto con la ley. Su vida se extinguió sin haber sido tocado por la Justicia terrenal un  29 de marzo de 1997.

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