El enigma de Carmelita, la momia rosarina que se exhibe en Medicina

La facultad alberga el cuerpo y la historia de la mujer que fue eternizada por su esposo japonés, con una técnica desconocida hasta hoy.

País 01 de diciembre de 2019 Oscar A Canavese Oscar A Canavese
momia

"Carmelita" Colombo podría ser la rosarina con mayor relevancia mundial de la historia, mucho más que Lionel Messi, el "Che" Guevara o Roberto Fontanarrosa. La mujer que fue embalsamada por su esposo (un japonés que llegó a Rosario para trabajar en el frigorífico Swift), en la casa que ambos habitaban en Riobamba al 1000 y con una técnica que hasta hoy se desconoce, recubre de enigmas a su cuerpo eternizado y exhibido en el segundo piso de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

El cuerpo de la mujer pasa sus días, desde hace más de 40 años, en el Museo de Ciencias Morfológicas de la cátedra de anatomía normal de la facultad luego de ser conservado por el japonés en la casa en que ambos vivían, "convivir" con él en ese estado y en ese mismo domicilio durante diez años, y hasta estar cerca de ser exhibida en una exposición mundial en Japón como "la momia del siglo XX", tras infructuosos trámites de su esposo.

 
Katsusaburo Miyamoto llegó a Rosario en 1926 para trabajar en el frigorífico Swift, luego de arribar al país siete años antes con el título de veterinario recién estrenado, a sus 26 años, contratado por el Ministerio de Agricultura. Ya en la ciudad, consiguió alojamiento en la pensión que la italiana América Carmelina Colombo y su esposo mantenían en Riobamba al 1000.

Carmelita (como se la conoce desde entonces) enviudó en un viaje en barco a Europa y en 1932 se casó con Miyamoto. Ambos se instalaron en la pensión que la mujer manejaba junto a su difunto esposo, en el límite entre los barrios República de la Sexta y del Abasto, donde los vecinos irían conociendo una terraza marcada por la afición del japonés por el bonsai (fue quien introdujo la técnica en el país) y la conservación de diferentes especies animales, entre los que había lagartijas, escuerzos, escorpiones, gatos y perros. El japonés llegó a Argentina con saberes en botánica y medicina, además de su título de veterinario.

 
 
No tuvieron hijos y se les conocían pocas amistades, por lo que sus costumbres, vivencias e historiales se volvieron un misterio, al margen de que Miyamoto tuvo una fama fugaz por sus trabajos para recuperar, en 1957, el pino histórico de San Lorenzo luego de estar al borde de secarse por completo.

 
Dos son las versiones que corren sobre el fallecimiento de Carmelita, aunque ambas coinciden en que sufrió un accidente cerebro vascular (ACV) hemorrágico, en 1958, y que murió en su casa. Sin embargo, una de las dos indica que la mujer pasó por un sanatorio céntrico antes de que su esposo pidiera un alta voluntaria para que pasara los últimos momentos de su vida en la casa que habitaban.

Tras ello comienza el arduo y silencioso trabajo del japonés por conservar el cuerpo de su mujer con una técnica que se llevaría consigo y no se la contaría a nadie. Tal fue el secreto, que todos los estudios sobre el cuerpo de Carmelita (conservada hace casi 60 años) para saber qué elementos usó Miyamoto fueron en vano. Las combinaciones de sales, minerales, solventes y proporciones "son infinitas", asegura Juana Migeletti, ayudante de la cátedra anatomía normal en la Facultad de Ciencias Médicas, y agrega: "Así y todo, ninguna podría resultar porque sólo la conocía él".

El descubrimiento

Con un daño irreversible a causa del ACV hemorrágico, Carmelita fallece en 1958 en la casa de Riobamba al 1000.

Lejos de declarar el fallecimiento y proceder a tramitar el certificado de defunción de su esposa, Miyamoto comienza con el proceso de conservación que lo llevaría a figurar hasta en libros especializados sobre momificaciones del siglo XX.

Es justamente en el libro "Modern mummies: the preservation of the human body in the twentieth century" ("Momias modernas: la preservación del cuerpo humano en el siglo XX"), de la autora estadounidense Christine Quigley, donde aparece el caso que se conoció en 1960 luego de que la policía ingresara a la casa de Riobamba al 1000.

 
Juana cuenta cómo la policía encontró a Carmelita en 1960 en su casa, en su cama, tras llevar casi dos años conservada y eternizada. Pero, otra vez, las versiones se bifurcan al indagar cómo llegaron los efectivos al domicilio. Una afirma que los propios vecinos llamaron ya que Miyamoto se había vuelto mucho más reservado que de costumbre y no se lo veía por días.

La otra es un tanto inverosímil: al parecer, un día que Miyamoto salió hacia su trabajo en el frigorífico Swift, un ladrón entró a la propiedad y, al ver el cuerpo de Carmelita, dio aviso a la policía. Aunque es difícil que un ladrón vaya a avisar que estaba robando una casa y, en el medio, encontró a una mujer embalsamada.

"Como sólo no tenía el certificado de defunción, Miyamoto fue absuelto y pidió por favor que le dejaran conservar a su mujer. Al estar conservada en perfecto estado, comprobado por peritos, le permitieron mantener a Carmelita", explica Juana, a lo que suma que una de las explicaciones que Miyamoto dio fue que todo el trabajo sobre su esposa lo hizo por expresa voluntad de ella, quien supuestamente pidió que su cuerpo fuera donado a la ciencia.

 
El japonés tuvo vía libre para seguir conservando a Carmelita hasta 1968, cuando llegarían los últimos días en que, sin saberlo, viviría junto a ella.

Sin despedida

Ante la repercusión mundial, a Miyamoto lo llaman de su país para que dé distintas conferencias en las universidades de Tokio y Kioto. Antes de partir, pasaría los últimos momentos con Carmelita: una vez en Japón, su salud se deteriorarí al punto de que los médicos no lo dejaron volver a Rosario.

Por eso inicia las gestiones para que le envíen el cuerpo de su esposa. Si bien el amor y la ganas de tener su compañía pudieron haber sido incentivos, la posibilidad de exponer el cuerpo de Carmelita en la Exposición General de primera categoría de Osaka (conocida como Expo ’70) en el pabellón de Argentina como “la momia del siglo XX” fue, tal vez, el punto más tentador para el japonés.

   “Ella tiene la forma del colchón en el que estaba en su casa. Tiene los pies en el aire y la cabeza apoyada, está como semi sentada. Por eso, se dice que el impedimento para enviarla era la forma en la que quedó; no entraba en un ataúd convencional”, aporta Juana.

 
   La imposibilidad de trasladar a Carmelita hizo que, hacia 1971, Miyamoto falleciera en su país natal sin poder despedirse de su esposa. Allí es cuando el cuerpo de la mujer pasa al cuidado del Poder Judicial, que luego lo donaría a la Facultad de Ciencias Médicas para el museo de anatomía.

Técnica irreproducible

La técnica con la que Miyamoto cumplió la que, según él, fue la última voluntad de su esposa nunca se pudo conocer a pesar de los múltiples estudios que se hicieron. Es un referente en la materia, pero sin conocerse su procedimiento.

   Al respecto, Juana explica que en los procesos de momificación, al cuerpo se le deben retirar todas las vísceras ya que son una fuente de putrefacción. Pero Carmelita es un caso aparte por haber sido conservada con sus órganos dentro: “No tiene ninguna cicatriz, ni incisión, ni intervención en su cuerpo. Miyamoto, sin eviscerarla, logró detener el proceso de putrefacción y conservarla en perfecto estado”.


   “Sabemos que envolvió el cuerpo en toallas húmedas y calientes para mantener abiertos los poros e infiltrar, vena por vena, un preparado con minerales y sales. Pero no se sabe cuáles porque no dejó registro escrito ni le contó a nadie de su técnica”, comenta Juana, y agrega que Miyamoyo “buscaba cristalizar la sangre y mantener los poros abiertos para siempre, para frenar los procesos de putrefacción”.

   Fue tan perfecta la técnica que utilizó el japonés, que logró conservar el brillo de los ojos de Carmelita, sobre los que hay dos versiones: una es la extracción de ambos, antes de la donación del cuerpo a la Facultad de Ciencias Médicas, para estudiarlos y dar con la posibilidad de encontrar alguna sustancia que allane el camino para conocer la técnica de Miyamoto; la otra, es su lisa y llana desaparición sin dejar rastros. Actualmente, los ojos que presenta el cuerpo son de acrílico.

   Con todo el peso de su historia encima, el cuerpo de la mujer se exhibe en la facultad para alumnos y visitantes. La técnica que eternizó a Carmelita y la llevo hasta ese lugar sigue siendo un enigma que sólo Miyamoto supo.

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